Pues bien, cuando un padre compra una guitarra al hijo que insistentemente le pide una, lo primero que se le viene a la mente es que la rasgueará un rato, se cansará con los acordes para dejarla arrinconada. Cuando el mío lo hizo, pensé que sería diferente. Imaginé que para su edad ya habría aprendido algo de la tozudez de su padre e insistiría hasta que pudiese tocar los acordes.

Definitivamente me equivoqué, él no tuvo que insistir para que los cambios entre acordes le salieran de forma limpia y fluida. Gracias a Dios heredó el talento musical de la madre y su buen gusto musical.

Para no alejarme del cliché del padre orgulloso (y con el pecho hinchado) quería compartirles este vídeo de la práctica de la canción que tocará en su escuela. Me cuentan que les pareció. Saludos.